La historia de la moda comienza
con la aparición del Homo Sapiens, que en principio se cubrió de pieles de
los animales que cazaba. En el neolítico el ser humano sabe ya hilar
y tejer, pero las ropas que utiliza son trozos de pequeñas dimensiones, que no
se adaptan al cuerpo, aunque aparecen ya los primeros dibujos ornamentales, en
forma de cenefas. En Egipto ya se
dan vestigios de prendas muy elaboradas, siendo el lino su principal materia
para confeccionar telas. La base de su indumentaria era el shenti,
una pieza de lino que envolvía las caderas, sujeta con un cinturón. Durante
el Imperio Nuevo apareció el calasiris,
una túnica ceñida al cuerpo, considerada de lujo. La principal prenda femenina
era la blusa,
una túnica larga y ceñida de distinto color según la posición social: blanca
para las campesinas, rojo o azafrán para rangos más elevados.
En Mesopotamia, la otra gran civilización del Próximo Oriente,
los sumerios solían vestir
con largos mantones de lana, de tipo falda, adornados con franjas de vivos
colores y con pliegues y largos mechones de tela. Los asirios usaban
túnicas de lana, cuya largura dependía de la clase social, hasta las rodillas
el pueblo llano, hasta los pies las clases dirigentes.
Los persas usaban prendas de vivo colorido, destacando el púrpura y
el amarillo, y adornados con dibujos de colores, generalmente círculos,
estrellas y flores, de color azul, blanco o amarillo
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